lunes, 11 de mayo de 2009

GRIPE PORCINA. UNA AMENAZA QUE YA ESTABA ANUNCIADA.


En septiembre de 2005, la ONU hacía al mundo un anuncio aterrador: El brote de una  pandemia de gripe aviar podría producirse en cualquier momento. Según el coordinador del organismo internacional, el doctor David Nabarro, esta próxima pandemia podría cobrarse la vida de 150 millones de personas en el todo el mundo.


La enfermedad podría producirse por una súbita mutación del virus de la gripe aviar, que podría recombinarse con el de la gripe humana y ello permitiría que se esparciera rápidamente entre los humanos. «Va a ser bien pronto y la posibilidad de que se transmute de las especies de aves a los humanos es muy alta. Sería una equivocación ignorar esta amenaza», dijo Navarro.

En mi libro El reloj del fin del mundo ya recogía las proféticas palabras del doctor de la ONU. En uno de sus capítulos ya anunciaba la inminencia de una epidemia a gran escala que podría poner al ser humano contra las cuerdas y que ahora parece tener el nombre de gripe H1N1. Lo que redactaba en la obra se apoyaba en algunas señales de alarma previas que se habían producido en el sudeste asiático con anterioridad.

En 1997, los pollos empezaron a morir en algunas granjas y pantanos de Mai Po, cerca de Hong Kong. El índice de mortandad era muy elevado entre las aves. Morían desangrándose por los tejidos, ojos… Los investigadores locales aislaron el virus y lo identificaron con la etiqueta H5N1. Para entonces ya había ocurrido algo inaudito. El virus aviar había saltado a la especie humana y había contagiado a 18 personas. De éstas, habían fallecido seis. Una de cada tres personas parecía morir a causa de la gripe aviar. En 1997, el virus H5N1 se presentaba por primera vez al hombre como un patógeno letal que terminaría por poner en jaque a la especie humana, tarde o temprano.

El primer brote de H5N1 se logró controlar pero supuso el sacrificio de casi dos millones de aves. En 2004 se reabriría la crisis de la gripe aviar, otra vez en el sudeste asiático y, desde entonces, ha habido un goteo de muertos incesante hasta nuestros días. A fecha de hoy se cifran en 257 los muertos por esta enfermedad de 411 contagiados.

El anuncio de la ONU, en 2005 fue el punto de partida para que los países se prepararan ante una futura epidemia de alcance global. Se establecieron protocolos de actuación en caso de emergencia y se crearon canales de comunicación que permitieran coordinar la información disponible sobre contagios sospechosos, todo ello bajo la atenta supervisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta institución, dado que consideraba inminente e inevitable una próxima pandemia, estableció la alerta tres, en una escala de uno a seis. La alerta tres significaba que estábamos ante una «situación de ninguna o muy limitada transmisión de humano a humano». A pesar de las crisis de 1997 y 2005, el contagio entre seres humanos aún no se había producido. Ésta sería un factor básico para que una pandemia tuviera lugar.

El pasado día 12 de abril ingresaba en un hospital del sureño estado mexicano de Oaxaca una mujer de 39 años. Mostraba los síntomas habituales de una gripe: tos, fiebre, dolor de cabeza¼Al día siguiente fallecería. Durante los ocho días anteriores, la víctima había estado deambulando por varias clínicas, en busca de un remedio a su malestar. Nadie supo tratarle. Diez días después de su muerte, el 23 de abril, las autoridades mexicanas confirmarían que se hallaban ante un virus no visto con anterioridad. Un virus que combinaba material genético del de la gripe porcina, el aviar y el humano. Se trataba de un subtipo absolutamente desconocido y frente al cual no existía una vacuna específica.

En los días que siguieron a esta confirmación México ha vivido una situación caótica en la que los infectados por esta nueva gripe porcina se iban multiplicando de manera exponencial. Entre las regiones más afectadas en los primeros días se encontraban el del estado de México y San Luis Potosí. Los muertos empezaban a contarse por decenas.

Lo que en principio parecía un brote local ha traspasado todas las fronteras. El día 25 de abril, dos días después de declararse las primeras muertes en México, saltaban las alertas en Estados Unidos, en donde el virus había entrado a través de la permeable frontera del sur del país. Los primeros casos fueron detectados en los estados de Texas y California para después alcanzar otras latitudes como Nueva York. El día 25, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos reconocía que ya era tarde para tomar medidas y que la situación se les había escapado de las manos. El domingo 26, el presidente Obama anunciaba el estado de emergencia de salud pública, que permitiría disponer a la administración de una mayor cantidad de recursos para afrontar una crisis epidémica.

En los días siguientes, las infecciones por el H1N1, en referencia al tipo genético del virus, se extenderían a Europa y a Nueva Zelanda. En principio, todos los pacientes obedecían a un perfil de adulto joven que acababa de viajar a México, pero enseguida empezaron a aparecer casos de enfermos que no se habían desplazado a este país. Así las cosas, el martes 28, la Organización Mundial de la Salud había anunciado que se pasaba a la alerta cinco, de una escala de seis. Esto significaba que los contagios de humano a humano se producían, por lo menos, en dos países. Tan sólo cuatro días antes se había estado en alerta tres. La OMS pedía al mundo que se preparase para la llegada de la anunciada pandemia.

A día de hoy, casi dos semanas después del inicio de la crisis en México, los infectados prácticamente llegan a 2.500 en 25 países. Los muertos son más de cuarenta, sólo en México. De hecho, sólo dos muertes se han producido fuera de las fronteras del país centroamericano. Y ésta constituye una de las incógnitas de la crisis porque, pese a los datos apuntados, los enfermos de las demás regiones del planeta parecen responder bien a los tratamientos.

Este hecho, que ha generado gran desconfianza, ha servido para alimentar algunas ideas conspirativas. En Internet circulan todo tipo de teorías como la posibilidad de un ataque biológico por parte de algún terrorista; algo que podría explicar esa desproporción en las muertes de un país frente al resto del mundo.

Sin embargo, y a pesar de que los científicos no pueden resolver aún de manera clara este dilema, todo hace pensar que las primeras alarmas sobre los casos de H1N1 mexicanos saltaron tarde y para cuando se tomaron medidas, la situación ya era irreversible. Los pacientes que durante los primeros días no recibieron los eficaces retrovirales, con los que se está trabajando a día de hoy, empezaron a fallecer. Hay quienes apuntan a una deficitaria infraestructura sanitaria. El caso es que actualmente México parece haber sabido contener los decesos y tener la situación bajo control.

El escenario actual invita a la tranquilidad, a pesar de las primeras alarmas. Los contagios se siguen produciendo en todo el mundo pero los síntomas parecen los propios de una gripe estacional: ligeras fiebres, tos, dolores musculares…Los enfermos se recuperan con cierta facilidad. Esto ha provocado cierta distensión en la opinión pública y han surgido voces que acusan a los gobiernos de haber alarmado en exceso a la población. Sin embargo, tal y como recuerda la OMS, el riesgo de pandemia no ha cesado. Seguimos a sólo un paso de la alerta 6. ¿Qué dirección puede seguir la crisis?

La experiencia del último siglo nos ha enseñado que el Hombre sufre una pandemia cada 40 años aproximadamente. La primera de ellas fue la denominada gripe española , en 1918; un azote que costó la vida de 40 millones de personas. Se calcula que un 2% de la humanidad desapareció por culpa de un virus que entronca genéticamente con el que ahora nos ocupa: el H1N1. Cómo ahora, la gripe afectaba a adultos jóvenes, lo cual, dejando al margen la tragedia que supone esta pérdida de vidas, supuso un duro golpe al tejido económico de un mundo que acababa de salir de una guerra mundial.  La sangría humana de 1918-1919 se explicaba en gran medida por la ausencia generalizada de antibióticos para combatir la enfermedad.

En 1957 se desataría una nueva epidemia global, dejando un saldo de dos millones de muertos y en 1968 se produciría un rebrote, esta vez con 500.000.

Desde el resurgir de la gripe aviar en el sudeste asiático en 2005 y el consiguiente aviso de la OMS para que el mundo se preparara para una inminente pandemia, los países se han abastecido de medicamentos para afrontar esta amenaza. En España, los 10 millones de unidades del retroviral Tamiflu que se tenían almacenados se están empleando en la crisis actual con resultados favorables, pese a las incógnitas que despertaba la eficacia de este medicamento frente a una situación real de grave epidemia.

Los expertos, sin embargo, invitan a no bajar la guardia. Los contagios se siguen produciendo entre humanos, algo que no había ocurrido hasta ahora y que ya advirtió la ONU en el referido anuncio de septiembre de 2005. En esa interminable dinámica de infecciones, el ARN del virus, que es muy propenso al error durante su replicación, puede mutar y dar lugar a una nueva variante que podrá ser más patógena aún o todo lo contrario, con lo cual la enfermedad simplemente acabaría por esfumarse.

En cualquier caso, científicos canadienses, en Ottawa, han anunciado que han aislado el H1N1 y la creación de una nueva vacuna se anuncia para dentro de unos 4 meses.

 Alfonso Ferrer 

El reloj del fin del mundo



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